Dicen que la coincidencia no existe y por eso la confluencia de factores entre tres figuras eclesiales, de edades y orígenes distintos, cuestiona a la razón humana. Los tres personajes de este breve discurso son Fernando Karadima (Chile, 1930), Luis Fernando Figari (Lima, 1947) y Luis Fernando Intriago (Ecuador, 1956). Un nexo evidente entre los tres es el nombre, tres Fernandos; mas, los nexos son mucho más profundos.
Tomando como eje la figura de Figari, se descubre que este se reunió en Santiago de Chile con Karadima, a quien guardaba una cierta envidia en cuanto a la manera como este sacerdote chileno había logrado llegar a la clase social alta de Santiago —algo que el SCV hacía, aunque en menor escala y sin haber logrado captar alguna fortuna económica—, teniendo a su alrededor a sacerdotes y obispos que tenían una creciente influencia en la sociedad chilena. Obispos como Mons. Juan Barros (obispo castrense) o Mons. Andrés Arteaga (obispo auxiliar de Santiago).
Desde los 80 hasta 2006 Karadima fue párroco en la parroquia El Bosque —con un gran templo ubicado en una exclusiva zona de Santiago—. Durante esos más de 20 años, el sacerdote cometió varios abusos sexuales contra menores y adolescentes, a quienes captaba desde el ejercicio de sus ministerios pastorales. En este caso también se ha reconocido el encubrimiento por parte de los miembros más cercanos a él en su organización.
En los últimos puntos señalados ya se descubren semejanzas con Figari, es decir, abusos sexuales contra menores de edad y encubrimiento de parte de los discípulos amados, los más cercanos a Figari en autoridad e influencia. Incluso la época en la que se comenten estos abusos es semejante. Otra triste semejanza con el caso chileno es la época en que los mencionados crímenes son expuestos, así como la resistencia y falta de reconocimiento frente a los mismos.
Vayamos al norte. El cura Intriago se reunió con Figari en muchas oportunidades, en Guayaquil y en Lima, y mantenía fluido comunicación con él y otras autoridades del SCV, puesto que dicho sacerdote fue muy importante para consolidar la expansión del MVC en la calurosa ciudad ecuatoriana, a la cual el SCV llegó varios años después que el MVC. Tal vez porque tenían en Intriago un poderoso aliado y guía espiritual.
Sin embargo, este carismático sacerdote resultó ser un abusador y torturador de menores y ya cuenta con más de una docena de denuncias, con testimonios tan contundentes que las autoridades eclesiásticas lo han suspendido de su ministerio sacerdotal (2013). A semejanza de Karadima, Intriago tuvo a su cargo una parroquia desde donde comete los abusos sexuales y torturas a menores de edad —Iglesia Nuestra Señora de Czestochowa (1996-2013). Si se tiene en cuenta que Intriago lleva al MVC a Guayaquil en el 2002, se puede saber que influyó contundentemente en el crecimiento de este movimiento durante más de 10 años, hasta que sus crímenes fueron expuestos a la opinión pública.
El tipo de apostolado de los tres degenerados es semejante: los jóvenes, y el perfil socio económico también es semejante (clase media alta y alta). El modus operandi es muy similar: capturar la confianza de las personas mediante la dirección espiritual o diálogos personales sobre las intimidades de la víctima, para luego obligarlos a realizar actos sexuales o someterse a torturas —como es el caso de Intriago con su “dinámica del pecado”—. Eran actos que, a diferencia de una violación convencional, estaban precedidos por un periodo de adoctrinamiento y engaño en el cual la víctima entregaba incondicionalmente su libertad al victimario, con quien luego tendría relaciones sexuales “consentidas”. Este tipo de abuso es difícil de aceptar y, consecuentemente, denunciar, porque introduce a la víctima en un abismo de culpabilidad del cual es muy difícil salir.
En el caso de Figari y el SCV la reacción de la Iglesia Católica aún es mediocre, entre otras cosas, por la característica canónica del SCV que tiene aprobación pontificia y por su carácter laical, puesto que el ejercicio de la obediencia con el obispo local se desdibuja entre un laico y el pastor, mientras que en el caso del sacerdote hay una injerencia más directa. Sin embargo, las causas de la pasividad de la Iglesia y de la sociedad peruana frente a Figari y el SCV residiría en el enorme poder eclesial, político y económico de esta asociación.
El Santo Padre ha tomado medidas fuertes e inesperadas en relación al caso de Karadima y sus encubridores, ocasionando la renuncia de todo el episcopado chileno. Sin embargo, en el Perú aún se espera una intervención directa del Papa y los obispos en el Perú, lamentablemente, divididos en su juicio hacia la realidad del SCV.
Solo Dios sabe qué habrán intercambiado Figari y sus “compañeros” en el crimen durante los múltiples encuentros y diálogos. Mas esta “coincidencia” evidencia un problema eclesial y social muy grave que debe ser abordado inmediatamente. No abordar con prontitud esta difícil situación hace crecer la complicidad y el dolor en las víctimas.